Mis niños

El amor se riega todos los días

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En el nirvana, El séptimo cielo, Heard & McDonald Islands
RÍE. LLORA. AMA. VIVE. Republicana, progresista y romántica por excelencia. Fuerte sentimiento de la justicia. Divino desastre pálido y frío. Creo en el destino, en la educación al pueblo y en el cambio. "Sapere aude."

domingo, 17 de julio de 2011

Qué hacer, a quién amar,

-...¿Podría verla para asegurarme?
-Su ayuda es fundamental... aunque es muy desagradable ver un cadáver, mucho menos, desecho- dijo con una voz fría.
No le afectaba nada, este tipo de situaciones se repetían semanlmente, a diario, y esta vez le tocó a Miguel.

Miguel le tenía mucho aprecio a Irina. Cada mañana cuando despertaba, encontraba en la taza de té una de esas notas amarillas escritas con las tareas que debería de hacer. Cada mañana Irina, antes de trabajar se molestaba en escribir una de aquellas notas. Cuando Miguel se iba a trabajar por la noche le hacía lo mismo con la cena, con la misma nota, tachadas de los deberes que había hecho.

Nunca se habían dicho cuánto se querían. Cada domingo desayunaban juntos, para Miguel, era el
momento por el que merecía sobrevivir a la semana. Desayunar con Irina, no tenía precio, como preparaba bizcocho, como preparaba café, ese tipo de cosas que le enamoraron y por las que merecía la pena perder algo de tiempo para estar con ella toda la vida.
Aunque fueran solo compañeras de piso, por algo debería de empezar, no todo se lo podrían dar hecho. Por eso, Miguel no entró a ver el muerto. Prefirió ir a casa a leer todas las notas que Irina había preparado para los días posteriores desde que desapareció; en la mayoría se encontraban huecos. Quizás algún día  se encontraba con algo de última hora por apuntar.

En otra caja había todas las notas que nunca le llegaron como en la del día de hoy: "Debarías de comprar algo de amor para mi armario".
En el armario de Irina no quedaba ni un calcetín. Se fue sin dar una pista, nunca supo nada más de ella. Sabía que era especial, que era diferente, que con ella su vida cambiaría, sus pensamientos, todo a bien. Y la dejó escapar...
Allí se quedó Miguel, en aquel piso tan grande sin saber qué hacer, qué decir, a quién amar, si solo amaba a ella.

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