Mis niños

El amor se riega todos los días

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En el nirvana, El séptimo cielo, Heard & McDonald Islands
RÍE. LLORA. AMA. VIVE. Republicana, progresista y romántica por excelencia. Fuerte sentimiento de la justicia. Divino desastre pálido y frío. Creo en el destino, en la educación al pueblo y en el cambio. "Sapere aude."

lunes, 20 de diciembre de 2010

Distancias.

-¿Dónde vives?- preguntó Teo. Notaba como la espalda de Anouk se volvía fría.
-Pasando dos calles más , a la mitad de la avenida.
-Veo que ya te encuentras mejors ¿no?- había una ligera y estúpida sonrisa en su boca- ¿Te ha sentado mal la cena, has comido que no debías o algo así?- Se reía mucho pero su tono era apacible, despreocuparte, cansado.
Era evidenete de que no se había dado cuenta del estado ebrio que llevaba Anouk (quizás el también lo hubiera estado), era una suerte para ella, pero tenía miedo, mucho miedo. No pudo controlar sus palabras, habló demasiado.
-¿Tienes mucha prisa?- dijo Anouk sin respoder a las necias preguntas de Teo. Caminaba sumamente despacio. Volver a su casa era un suplicio; Hugo, Damara... se sentía incómoda, desplazada.
-No, cuanto mas tiempo pase sin ver a mis padres mejor. Y por lo que veo... tú tampoco tienes prisa ¿cierto?
-Será el cansancio- No quería darle explicaciones de su vida así que desvío su mirada hacia las primeras luces que vio encendidas. -Tendrá que ir a trabajar- pensó en voz alta y Teo era consciente de ello.



Cuando llegaron al portal de Anouk, Teo le dio dos besos por educación. Anouk agarró aquellas manos de poeta en un descuido. Su rostro era suave, lleno de dudas y en sus ojos se reflejaba un oscuro pasado.
Mientras subía las escaleras pensó en oir a través de la puerta, no quería molestar a sus amigos.
Llegó, se acercó cuidadosamente. Primero apoyó sus manos en la puerta, después acercó su oreja lentamente. Nada, ni un alma.

Hugo dejó las llaves donde Anouk las esperaba, encima del mármol de su puerta. Observaba desde su salón las luces del amanecer que entraban; desdobló un par de mantas, se tumbó en ellas y apoyó la cabeza donde sería su almohada aquella, el bolso que había llevado toda la noche.



Hugo no podía dormir, llevaba horas mirando como Damara lo hacía. Pudo escuchar como su vulnerable amiga entraba cuidadosamente. En el interior del alma de Hugo pedía hablar con ella, escucharla, respetarla, acariciarla, abrazarla. Se apartó de su amada frágilmente al igual que lo hizo al levantarse.

Estaba dispuesto a dirigirse al reencuentro con su amiga. Anouk ya dormía, Hugo se sentó cerca de su cabeza y acarició su cabeza un buen rato. Nunca había sentido una energía tan intensa en ella.

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