Mis niños

El amor se riega todos los días

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En el nirvana, El séptimo cielo, Heard & McDonald Islands
RÍE. LLORA. AMA. VIVE. Republicana, progresista y romántica por excelencia. Fuerte sentimiento de la justicia. Divino desastre pálido y frío. Creo en el destino, en la educación al pueblo y en el cambio. "Sapere aude."

martes, 21 de junio de 2011

Hanna.

El horroroso olor a medicina de aquel hospital producía la peor sensación que jamás tuvo. Pensar que podía ser la última vez que vería a Hanna y lo único que tenía que ahcer era cruzar la maldita puerta.


La cruzó y prefirió no hacerlo. Rodeada de tuvos y cables que sabía que de lo único que servirían serían para acortarle más su vida. Una vida en la que solo le tenía a él. Hanna no se hablaba con sus padres, no sabía por qué, pero tampoco lo anhelaba; solo sabía que hizo las maletas y se fue con él.


Ahora solo quería cogerla de la mano y poder sentir que aún estaba viva porque por muchos cables que hubieran para intentar salvarla, Hanna ya estaba muerta. Hanna, la chica de los rizos marcados, largos y con la cara más hermosa del mundo; con la piel teñida de color oro por los rayos del sol, las venas bien marcaditas en la esquina derecha de su frente.
Simplemente era difrente a él, quizás por eso estaría tan preocupado por ella, porque solo necesitaba verla sangrar para sentir que aún estaba viva.

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