Mis niños

El amor se riega todos los días

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En el nirvana, El séptimo cielo, Heard & McDonald Islands
RÍE. LLORA. AMA. VIVE. Republicana, progresista y romántica por excelencia. Fuerte sentimiento de la justicia. Divino desastre pálido y frío. Creo en el destino, en la educación al pueblo y en el cambio. "Sapere aude."

domingo, 19 de junio de 2011

De errores se aprende

De telón estaba aquel cielo malva, sin estrellas tapadas por las luces de la ciudad, la música alta y las aglomeraciones de gente .
-¿Cogemos el coche?- le preguntó Evante a su queridísimo Myles
-No pretendía ir andando a casa amor…                                 
-¿Y Hanna?- miró de un lado a otro- Voy a buscarla, no tengo ni puñetera idea de dónde andará esta loca.

Terminó de recorrer aquel enorme pasillo de personas sin encontrar a Hanna. Al final de aquel pasadizo de atropellamiento de borrachos estaba la carretera, oscura y silenciosa.
Allí estaba Hanna, acurrucada en sus brazos, con goterones lilas deslazándose por las mejillas desde sus pestañas.

-¡Ey Hanna!- se paró Evante delante de ella. Con la botella de vodka en la mano, se sentó en el suelo. - ¿Es Samu…?
Hanna se levantó, cogió la botella y con toda su fuerza la tiró al medio del campo. Chilló y gritó con tanto dolor y desprecio que no hizo falta que su amiga no dijera nada. 


Estaba colocada, si Samu la hubiera llamado; Evante sabía, que Hanna tendría cambios de humor repentinos.
Estaba borracha, si Samu la hubiera llamado; Evante sabía, que Hanna le diría todas las peleas que había entre ella y su corazón: amor, celos, miedo…

-Venga va Hanna, apenas puedo caminar recta, ven conmigo que Myles nos lleva a casa…
Miles de trocitos de cristal había en el suelo. Hanna los observaba. Evante se dio la vuelta en busca de su novio.
-¿Vas a venir o qué?
Hanna cogió dos de los diminutos cristales que había en el suelo y los guardó en su pantalón.

Para ella con solo estar sentada en el coche, todo le daba vueltas, todo le hacía vibrar, llorar y reír a la vez. Quería morir porque sin Samu la vida cambiaba, no era igual.
De repente sintió un golpe que venía detrás del coche, producido por otro vehículo. Cuando abrió los ojos solo veía las luces de los numerosos coches policías y los trocitos de cristal incrustados en su mano.

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