Mis niños

El amor se riega todos los días

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En el nirvana, El séptimo cielo, Heard & McDonald Islands
RÍE. LLORA. AMA. VIVE. Republicana, progresista y romántica por excelencia. Fuerte sentimiento de la justicia. Divino desastre pálido y frío. Creo en el destino, en la educación al pueblo y en el cambio. "Sapere aude."

sábado, 22 de octubre de 2011

¡sorpresa!

Había correo en el buzón. La última carta que recibió que contenía cariño, fue de su abuela, felicitando las fiestas cuando aún tenía ocho años.

Esta vez era de Teo, lo acordaron, así sufrirían menos. Él se había ido con su madre, tendría que ayudarla, quizás se quedaría en el aquel pequeño pueblo durante el resto de su vida, ayudando en la farmacia familiar.
Había escrito que habría la posibilidad de que hubiera engordado cuatro o cinco kilos gracias, y entre comillas,  a las comidas del mejor lugar del mundo, las de su madre y las de su abuela. Que no dejaba de mirar aquel pequeño detalle que le regaló Anouk por su cumpleaños, pensaba mucho en ella; o eso decía él, que pensaba cuando tenía tiempo de pensar, era decir, cinco minutos diarios.  En cambio ella habría una pequeña diferencia de dos minutos entre pensamiento y pensamiento que trataban de Teo.
Pero algo faltaba en esa carta, quizás fuera una despedida llena de besos y abrazos o simplemente saber que él la quería. Anouk podría imaginárselo, podría rebanarse los sesos hasta averiguarlo y no saberlo nunca. Los días, meses, un año, pasó y Anouk seguía con el mismo enamoramiento que el primer día, que la primera casualidad.

No sería muy querida por muchos hombres y los pocos que la querían sólo se querían aprovechar de su infinita inocencia. Pero no Teo, ella lo sabía, aunque fuera frío como el aire que hacía fuera, él quería protegerla,  cuidarla, que estuviera bien.  Hoy la tierna y extraña Anouk, volvía a querer a Teo un poquito más, cada día.

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