Mis niños

El amor se riega todos los días

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En el nirvana, El séptimo cielo, Heard & McDonald Islands
RÍE. LLORA. AMA. VIVE. Republicana, progresista y romántica por excelencia. Fuerte sentimiento de la justicia. Divino desastre pálido y frío. Creo en el destino, en la educación al pueblo y en el cambio. "Sapere aude."

domingo, 13 de abril de 2014

Mi naftalina.

Ropas en los arbustos, un campo que olía a sexo y a vino, manos que pasaban por sus muslos marcando la caricia que le arrancara de las crueldades  y el antagonismo de este mundo. De vez en cuando, al abrir mis párpados nos topábamos gimiendo frente a frente, y cuando miraba a mis ojos verdes vidriosos (que sólo eran vidriosos cuando sentía mucho) su expresión me vapuleaba como los exámenes de matemáticas.

Y nada tenía de malo ni de raro hacerle el amor en el bosque como hacían los cuadrúpedos. No estábamos enamorados, o al menos durante mucho tiempo no lo estuvimos; pero necesitábamos alguna explicación química o biológica de lo que estaba pasando cuando pudimos haberlo aceptado sin más porque siempre queríamos más, estirarlo hasta tensarlo pero nunca sin romperlo.

Ambos sabíamos que habíamos nacido en una época que no nos pertenecía, aunque tu ideología y la mía fueran piezas que nunca estarían de acuerdo, nuestras almas que eran bien oscuras se curaban, se entendían a su manera y más aún cuando después de una lenta lluvia de besos y largas despedidas repetidas, nuestras blancas piernas acodadas en el suelo del bosque, abrazados; comprendí que eras mi naftalina de este mundo y yo, a su manera, era la tuya.

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