No tenía ninguna meta fija en mi vida, por eso estaba en continuas experiencias diarias nuevas. Había terminado mi carrera y trabajaba en donde quería, de acuerdo, pero si no me apetecía ir a trabajar no iba, era algo que estaba en contra de mis principios. Nunca y repito; nunca he hecho algo obligada, nunca. Si me apetecía ir iba si no me inventaba excusas, como una enfermedad de mi madre que ni existía, aún así todo el mundo se lo creía.
Realmente, después de mi adolescencia, me di cuenta que el mundo no estaba esperado para recibirme, mi rebeldía superaba los límites, yo superaba límites. Anouk siempre me dijo que las personas formamos una realidad diferente para superar nuestros miedos, convirtiéndonos en víctimas de esa realidad, yo me rebelaba contra aquella realidad y según ella pagaría un precio muy alto.
Anouk decía tantas cosas... y aunque mi vida no tuviera preocupaciones, sus meditadas palabras me daban a pensar, a imaginarme otra realidad que en fracción de segundos superaba.
¿Y si aquel precio era la muerte...? No la tenía miedo. Me importaba un bledo si había o no un dios, un infierno o un cielo, estaba dispuesta a enfrentarme a cualquier circunstancia y vivir la vida que me tocaba ahora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario