Mis niños

El amor se riega todos los días

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En el nirvana, El séptimo cielo, Heard & McDonald Islands
RÍE. LLORA. AMA. VIVE. Republicana, progresista y romántica por excelencia. Fuerte sentimiento de la justicia. Divino desastre pálido y frío. Creo en el destino, en la educación al pueblo y en el cambio. "Sapere aude."

viernes, 24 de diciembre de 2010

Me enfurecen las personas que no temen a nada.

Siempre le tuve miedo a todo. Empecé por los fantasmas, después a la muerte e incluso, más tarde, al amor.
Eso era lo que más le gustaba a Cherut de mi, él me protegía de mis miedos, en sus brazos podía protegerme como a una niña pequeña, lo cual era.
En cambio él... era demasiado valiente o despreocupado. Nunca le vi que temiera algo como las discusiones de sus esposa o que le abandonase por otro, supongo que el sabía que en el fondo de ese matrimonio quedaba y quedaría amor. El hecho de que nunca temiera algo me ponía furiosa y terminaba enfadandome con él hasta que cierto día su corta mentalidad lo entendió.
Nunca olvidaré ese día. Nunca.

Caminé sin esperarle, aunque le dijera que tenía prisa, no importaba; su pasotismo en la vida me superaba. Entonces fue cuando sentí su cálida mano en mi hombro. El tiempo se detuvo.

- Pequeña Ruffy- su mano fue bajando lentamente por mi hombro, mi brazo, hasta llegar a la mano. Agarrándome con fuerzas- Si temo a algo siento decirte que no es a mi esposa.
- Eso ya lo sé- Solté su mano, él no lo impidió y yo seguí caminando. Él paró, se quedó en su sitio mientras continuaba caminando.




Puedo describir perfectamente la hora, los minutos y los segundos que duraron aquella felicidad. Corrió detrás de mi, fue tan rápido que cuando me quise dar cuenta él ya me estaba rodeando con sus brazos. Sentí como su mano derecha subía lentamente tocándome uno de mis pechos, apartó mi pelo detrás de la oreja mientras su boca se juntaba con mi oreja.
-Si tengo que temer a algo es a perderte a ti. Quiero tenerte siempre en mi vida.


Pude sentirme tan feliz que pensé que ya podía morir en paz. Por una vez Dios (supongo que lo podría llamar así) estaba conmigo y, claro está, desde ese momento nuestras vidas cambiaron.

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