Todas las mañanas, unos cuantos pellizcos y un par de movimientos eran suficientes para despertar a Anouk.
-Buenos días –gritó Teo pellizcando sus mejillas sonrosadas.
- ¿Solo? –rió- pienso que te falta algo más. Como a las princesas, con sus desayunos de café, tostadas y miel en la cama.
El silencio se hizo presente. Teo comenzó a silbar para desviar la conversación.
Se acercó mucho a su cara, juntando la nariz del uno con la del otro. Colocó su dedo encima de la nariz.
-¿Tienes un lunar nuevo, no?
Teo no obtuvo respuesta.
-Cierra las ojos Anouk.
-No veo nada, ni ha amanecido.
-Cierra los ojos- insistió.
Anouk cerró los ojos. Teo ,mientras, cerró cortinas, bajó persianas; se dirigió al tocador de Anouk, sacó todos los pintalabios de su amada y se pintó con todos ellos. Le cogio de la mano y le condujo hasta él. Le dio un beso en la nariz.
-¡Venga ábrelos!
- ¿Qué haces? ¿Qué pretendes? – rió y rió a carcajadas.
Le cogió de la cintura y le tiró al suelo. Comenzo a darle besos desde la punta de la frente hasta el tobillo, sin dejar de lado sus muslos de dorados.
-¡Para, para!-dijo entre risas- ¿qué pretendes?
-¿No decías que quereías una nueva forma de dar los buenos días?
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