El único sonido de las agujas del reloj comenzaba a ser frustrante. El paso de las hojas del periódico y como Fabiola buscaba hilos y tijeras en el costurero.
-¿Te sirve este botón? –dijo abriendo su mano para que Paolo lo viera.
-Es diferente- refunfuñó.
-Te pongo otro igual entonces. ¿Está bien así?
Paolo volvió a bajar la cabeza ojeando el periódico. Fabiola se dirigió hasta el mueble bar sacando la botella de coñac.
-¿Quieres?
-…
-¿Café? El café a media tarde te gusta
-Es de noche Fabiola, hazme caso. Son las diez.
Fabiola descolgó de su cuello el delantal y se descalzó. Movió el sillón donde estaba sentado Paolo y lo colocó enfrente de ella.
-¡Tira esa mierda! –le dijo arrebatándole el periódico.
Dio un ligero salto y se sentó encima de su regazo. Paolo la abrazó muy fuerte, sintiendo en su nariz el olor a limón de los cabellos negros de Fabiola, mientras que ella acariciando su perilla. Qué bonita y bien cuidada tenía la perilla Paolo.
-Mañana es mi cumpleaños- engañó mientras le acariciaba la barba como ella sabía.
-Mientes
-¿Aún así me felicitarás, no? –hizo una pausa, le miró mientras se reía. Juntado su nariz contra la de Paolo- pero no quiero que me felicites cuando te vengas a dormir, sabiendo Dios a qué horas te vuelves a mi lado. No, no quiero eso.
-¿Qué pides por tu no cumpleaños?
-Con que me sigas mimando así de bien, amándome como tú sabes, creo que me conformo-dijo con la señal de guiñar un ojo.
-Está bien- contestó Paolo con guiño. Sabiendo los dos que un ojo guiñado significa te sigo queriendo muchísimo desde mis quince
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