Toda relación se para, queda inerte y el perfume está podrido. Como el árbol cuando lo talan, la caída de cada hoja con el otoño, mientras el riachuelo se inunda de lágrimas y das la cara dura para que no te corte el frío, pero cuando huyes del frío, la nieve cae en el hueco de su pecho. Y se estremece.
¿Y por qué siempre la niña? ¿No puedes ser tú? Tiene que ser la chiquilla de piel blanca que viene y te dice, quédate, no te vayas que yo te hago el amor. Donde pongas el frío, pone la caricia y si pones el oído, se sonroja.
Cuánto duele saber lo lejos, y yo aquí, en esta cárcel presa donde ni asomar una ceja quisieras.

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