Entre lo inmensamente grande que veía al mundo y a su vez tan infitesimamente pequeño (la nueva era de poder conocer a quien quisieses de donde fuese), yo; que ni era nada ni era nadie, te hallé a ti, tan simple, tan como yo, en el lugar más inconcebible.
La tierra que nos vio llegar, nos vio amarnos, nos vio crecer y como dijo mi Cortázar: "Ándabamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos."
La casa y yo empezamos a verte cada mañana desde la cama a ti y a tu delgada silueta vestiros. Comiendo todas las mezclas que se te ocurrieran, reírnos como locos, hacerte reír hasta cuando lloro.
Cada vez que me ahogo me tiendes la mano y yo respondo, me rindo a tus brazos. Me rindo a tus ojos castaños, a esas largas pestañas que parecen no tener fin, al lunar de tu cuello, a esas manos hechas por un artista, a esa mente tan sobrenatural (...) Mientras vienes como sol entra por la ventana a acunarme... Y paz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario